México se enfrenta a una crisis energética sin precedentes. El intenso calor y la sequía sin precedentes están estrechando el margen de maniobra de las hidroeléctricas del país, generando apagones y preocupación nacional.
El calor abrasador de los últimos días ha desencadenado una demanda de energía sin precedentes, estirando hasta el límite la capacidad de generación eléctrica. A su vez, la sequía implacable ha dejado a las centrales hidroeléctricas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) luchando por mantenerse a flote.
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés), el año pasado vio una caída del 40% en la productividad de estas centrales debido al cambio climático. En la actualidad, muchas de las principales hidroeléctricas del país operan en condiciones críticas, con niveles de capacidad que oscilan entre el 11.2% y el 80%.
El Novillo, Huites, Infiernillo, Peñitas y Chicoasén se encuentran entre las más afectadas, algunas operando a menos del 25% de su capacidad mínima requerida. El Novillo, crucial para el suministro de agua y electricidad en Sonora, ha cesado su generación desde finales de abril debido a la escasez de agua.
«La presa prácticamente ha detenido su generación; representa el 25% del suministro total en Hermosillo», explicó Jesús Antonio Cruz Varela, funcionario de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA).
La falta de almacenamiento de agua en las presas, producto de una sequía devastadora, ha dejado a las 10 principales hidroeléctricas del país con niveles de captación insuficientes, lo que ha obligado a suspender o reducir su capacidad de generación.
Expertos en gestión hídrica insisten en que para el funcionamiento óptimo de una presa hidroeléctrica, es crucial mantener los Niveles de Aguas Máximos de Operación (NAMO) en al menos un 25% de almacenamiento. Estos niveles varían según el uso y la construcción de la presa, que puede destinarse a múltiples fines, incluida la generación de energía.
