El público que abarrotó la explanada de la Alhóndiga de Granaditas en la inauguración oficial de la edición 50 del encuentro artístico agradeció con aplausos la ausencia de discursos oficiales al iniciar de lleno la primera noche cervantina con la presentación de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, con la batuta del japonés-estadunidense Scott Yoo.
Bajo una fresca noche, Cuévano se inundó con los acordes de la obertura de El rapto en el serrallo, de Mozart. Enseguida fue el turno de la soprano coreana Hera Hyesang Park, con su interpretación del Ave María de Otello, de Giuseppe Verdi, quien dio paso a la mexicana Maria Katzarava con arias de Bellini que le consiguieron la primera de las grandes ovaciones que recibió durante el concierto.
Si las solistas ya se habían echado a la bolsa a chicos y grandes con su dueto Sull’aria, de Las bodas de Fígaro, también de Mozart, durante el encore fue el apoteosis cuando Katzavara indicó a los presentes: No nos podemos ir sin que ustedes canten
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Después retumbó hasta el último túnel de Guanajuato su interpretación de Júrame, temazo romántico popular de María Grever: “quiéreme hasta la locura…”; luego, llegó la cereza del pastel de los festejos de oro cervantinos: Camino de Guanajuato, del hijo pródigo de estas tierras José Alfredo Jiménez.
Allá en mi León, Guanajuato, la vida no vale nada.
Para la mayoría de los presentes, la pandemia parecía un lejano mal recuerdo cuando la orquesta y las sopranos entonaron: Baila al son, del tequila y de su valentía, el jinete que arriesga la vida, en un lienzo de fiesta y color
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Entre el público de las primeras filas se ubicaron los directivos del FIC; autoridades del gobierno de Guanajuato; la secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto; diplomáticos de Corea, país invitado de honor, y la comitiva de la Ciudad de México, encabezada por la jefa de Gobierno de esa entidad, Claudia Sheinbaum, todos muy atentos y entusiasmados con el espectáculo que entrelazó, precisamente, a artistas de las dos entidades invitadas de honor: Corea y la Ciudad de México.
Todo concluyó con unos minutos de fuegos pirotécnicos, pero la celebración siguió en los alrededores, pues luego del confinamiento por la crisis sanitaria, la calle es la gran protagonista de este cervantino, con sus vendedores de elotes a medianoche y el tráfico intenso que se aliviana con las radios de los autos a todo volumen; por allá se escucha a Luis Miguel, por acá a Bad Bunny, y los ríos de personas que suben y bajan callejones lo hacen al ritmo de esas músicas que vienen de todas partes, con sus carcajadas al aire.
No faltaron los puestos de tacos, aguas frescas y hasta algodones de azúcar para los más pequeños, a los que se les permite el desvelo, porque Cuévano estará de fiesta cervantina 19 días con sus largas noches. La vida sigue.