En un rincón de la colonia San Pedro de los Pinos, se erige orgullosa La Pirámide, centro que cumplirá 21 años de ser albergue y semillero de las más variadas expresiones culturales y artísticas.
Para celebrar el aniversario, se ha organizado una jornada de 4 días de actividades. Habrá cine, danza africana, regué y rap, así como una charla en torno a la historia del recinto, que, pese a todo, como bajo presupuesto y cierto abandono en cuanto a mantenimiento, sigue su misión de servir a la gente, acercándola a la cultura, un derecho humano transversal, como la salud, la educación y la vivienda, afirma Guadalupe Rodríguez Reyna, directora del centro.
El inmueble, con una estructura arquitectónica en forma de pirámide, fue el centro cultural Luis G. Basurto y después sede de la Asociación de Escritores de México. Se constituyó como espacio autogestivo y autónomo en 2001 y se volvió institucional en 2015, cuando fue adscrito a la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Sin embargo, conserva su esencia al “abrir una ventana a mundos desconocidos, hacer a la persona más sensible a lo que la rodea”.
Fue el primer centro de su tipo en abrir las puertas a la práctica y enseñanza de la danza africana, la capoeira y el nuevo circo, disciplinas que luego se expandieron y ahora se imparten en muchos sitios, ya sea en estudios chiquitos, grandes, privados, etcétera, destacó Rodríguez.
“Mi relación con el recinto es entrañable. Llegué cuando era autogestivo y he sido testigo de su transformación. La dinámica social antes era diferente; la gente que venía era más joven, era un espacio alternativo, ahora los adolescentes están en el reguetón, en otras cosas que aquí no hay, pero estamos abiertos a ellas, porque son reflejo de lo que sucede en nuestra sociedad. En la actualidad, la mayoría de las personas que asisten son mujeres de entre 30 y 60 años, aunque después de la pandemia son menos. También hay muchos niños, ya es más familiar el asunto. Había que cambiar, no se podía quedar en lo subterráneo.
“Este es el lugar que más amo de la ciudad, por su generosidad; además de los 28 talleres que ofrece, por ejemplo, da la oportunidad de ensayar de forma gratuita a colectivos, que en otros sitios les saldría caro. Incita a hacer comunidad. Talleristas, alumnos, personal y padres de familia se encariñan con este recinto, que existirá mientras esa colectividad lo defienda”, sostuvo su directora.
“He visto muchísimas historias y estoy convencida de que la cultura puede cambiar vidas. Recuerdo la de un chico que vivía en la Álvaro Obregón. Tomaba una clase y llegaba un poco tarde porque se venía de la secundaria caminando; hacía alrededor de una hora. Sus compañeros lo apoyaban con el pasaje para que no se regresara a pie a su casa, pues salía un poco tarde. Era un menor maltratado, en sus dibujos lo plasmaba. Estar aquí era su escape, el sitio donde le gustaba estar. Su padre era alcohólico. Pasó aquí unos tres años, hizo la prepa y después entró a estudiar joyería en la escuela de Bellas Artes. Él descubrió su talento en La Pirámide y siguió avanzando, no se limitó. En su taller también encontró una familia, se sintió cobijado. Estas son cosas que impulsan a seguir adelante”.
Añadió: “otro caso alentador es el de una chica que tiene una discapacidad; toma talleres de salsa, zumba, defensa personal. Al llegar a las instalaciones, se sienta en las escaleras de la entrada a descansar un poco, se ve agotada; en cuanto se recupera, se alista para entrar a su clase. Viene casi todos los días. Su entusiasmo lo ha contagiado a su mamá y abuelita que la acompañan en las presentaciones, incluso de música electrónica”.
En la fiesta de aniversario se proyectará el documental De la ciudad… ¿qué te cuento?.