Investigadores mexicanos desarrollan una alternativa vegetal que desafía los estándares de la carne tradicional.
¿Imprimirías un filete jugoso en tu restaurante favorito? La idea podría sonar a ciencia ficción, pero gracias a la innovación de científicos mexicanos, pronto podría convertirse en una realidad común en nuestras mesas.
En los laboratorios del Tecnológico de Monterrey, un equipo de investigadores ha dado vida a una alternativa revolucionaria: la carne vegetal impresa en 3D. Esta propuesta no solo promete ser más amigable con el medio ambiente, sino que también busca mantener el sabor y la textura que tanto apreciamos en nuestras carnes tradicionales.
La mente detrás de esta innovación es Lilu Lam Aguilar, una joven originaria de Sonora cuya imaginación infantil fue el primer paso hacia esta revolución gastronómica. Inspirada por su contacto con la industria porcina y veterinaria, así como por los avances médicos en la regeneración muscular, Aguilar se propuso crear un sustituto de carne que se asemejara en todos los aspectos a la carne de res.
El resultado es un filete de ranchera vegetal que no solo imita la textura y apariencia de la carne tradicional, sino que también ofrece una experiencia culinaria sorprendente. Utilizando una técnica de impresión 3D única en México, se emplean tintas vegetales compuestas de ingredientes como proteína de chícharo, aceite de coco y una raíz oriental que simula el tejido conectivo.
¿Y cómo sabe esta arrachera impresa? Según la chef Francis Puente, especialista en platillos vegetarianos y participante en las pruebas y degustaciones, el sabor es excepcional y desafía las percepciones convencionales sobre la carne vegetal. Desde fajitas hasta birria y pastor, esta carne ofrece una versatilidad culinaria sin igual.
Los creadores de esta innovación aseguran que la arrachera vegetal estará pronto disponible en el mercado a precios accesibles, marcando así el inicio de una nueva era en la gastronomía mundial.
¿Qué nos depara el futuro? Quién sabe, tal vez pronto estaremos fotocopiando nuestras propias milanesas o imprimiendo tortillas de harina en casa. La ciencia no deja de sorprendernos, incluso en nuestras cocinas.